Mientras el Gobierno insiste en que “no están dadas las condiciones” para eliminar las retenciones, el campo sigue siendo el motor al que se le pide todo, pero se le devuelve poco o nada. En un contexto internacional de precios deprimidos, aplicar un tributo que castiga directamente a quien produce, genera empleo y mueve las economías regionales no solo es injusto: es absurdo.
El presidente de la Sociedad Rural de Río Cuarto, Heraldo Moyetta, fue claro: las retenciones son un tributo confiscatorio que debe ser eliminado. Llevan más de 20 años sobre las espaldas del productor argentino y hoy, más que nunca, se sienten como una traba que frena la inversión, desalienta el trabajo y empobrece al interior. El campo necesita reglas claras, previsibilidad y una reforma tributaria que deje de usarlo como caja.
Aunque se valoró el gesto del presidente Javier Milei de reunirse con la Mesa de Enlace, lo cierto es que sin medidas concretas, los gestos no alimentan, no siembran y no cosechan. El futuro productivo del país no puede seguir atado a impuestos que castigan al que trabaja. Si no se cambia la matriz tributaria, no habrá ni crecimiento ni desarrollo sustentable.
