El radicalismo cordobés está a un paso de coronar su travesía ideológica: pasar de ser “la república” a ser la colectora oficial de Javier Milei. En lugar de plantar bandera, reconstruir su identidad o al menos oponerse al desguace del Estado, un sector del partido ya se prepara para ser furgón de cola libertario. Con el aval del congreso provincial para formar alianzas, muchos ya se frotan las manos soñando con algún carguito, aunque sea por la ventanilla del mileísmo. Los principios… bien, gracias.
Mientras algunos espacios intentan disimular su incomodidad con frases como “ni en pedo estoy con Milei”, otros ya coquetean abiertamente con los libertarios. El caso de Ana Laura Vasquetto o Gabriel Abrile lo deja claro: no hay resistencia, y mucho menos vergüenza. El “radicalismo peluca” avanza sin culpa, con tal de quedar bien con Karina Milei o sumar una selfie con Bornoroni. Porque en la política actual, parecerse al poder vende más que defender ideas propias.
Desde el lado de Soldano, la referente de LLA en el sur provincial, tampoco hay mucho entusiasmo por sumar radicales, pero si vienen calladitos y con ganas de obedecer, no se les va a cerrar la puerta. Total, ya se sabe: la pureza mileísta es un eslogan, y las colectoras silenciosas, un mecanismo más. Al final del día, todo vale con tal de sumar votos. Y así, los radicales —los de Alem, los de Illia, los de Alfonsín— terminan arrastrando sus siglas detrás de una boleta que los desprecia. ¡Qué dignidad ni qué ocho cuartos!
